SE ACABO EL DÍA DEL PRESIDENTE

Por Teodoro Rentería Arróyave
3 de septiembre de 2007



Podríamos ponerle dos títulos a la presente entrega y ambos, en dos frases, darían la noticia y el comentario de lo que ocurrió este 1 de septiembre en la apertura del periodo ordinario de sesiones del Congreso de la Unión, donde se ordena constitucionalmente al Presidente de la República asistir para dar cuenta de la situación que guarda la administración pública a su cargo:

Como quedó escrito, se confirmó que se acabó y para siempre en nuestro México el caduco Día del Presidente, y Felipe Calderón Hinojosa no pudo llegar a la Tribuna más Alta de la Nación, se quedó en el presidium del salón de plenos del Palacio de San Lázaro y ahí entregó, micrófono en ristre, su Primer Informe de Gobierno.

Desde aquella afrenta, por cierto muy bien ganada por su descarada intervención desde el sitial del poder en las elecciones presidenciales pasadas, en la que a Vicente Fox Quesada ni siquiera le permitieron entrar al salón de plenos y tuvo que conformarse con entregar su VI y último Informe de Gobierno, estaba dicho que el ceremonial faraónico ya era obsoleto y caduco.

Tuvieron que pasar varios meses para que dicho rito lisonjero, zalamero y adulador, que acostumbraban rendir los otros poderes: el Judicial, pero sobre todo el Legislativo, al Jefe del Ejecutivo, entrara en un tobogán sin retorno.

Hace unos meses, exacto el 6 de enero pasado, como consecuencia de todo lo anterior, titulamos el Comentario a Tiempo: “Se acabó el día del señor presidente”. Este 1 de septiembre se confirmó lo dicho, se terminó y tendrán los legisladores que encontrar un nuevo formato para el acto de entrega del Informe Presidencial; el del 2005, con el V de Fox, quedará en la historia como el último en que un Presidente de la República se dirigiera al Congreso General y al país desde la Tribuna de la Cámara de Diputados.

Como también quedó registrado en la historia patria que el primer presidente de México, Guadalupe Victoria, fue el primigenio en presentarse ante el Congreso a rendir su Informe de Gobierno. Desgraciadamente el acto se fue menguando al grado tal que se convirtió en un acto de tal fastuosidad, que cayó en la burla de de llamarle: “El día del señor presidente”.

Dos asuntos más destacaron de lo ocurrido este 1 de septiembre: Primero que la presencia del presidente Calderón Hinojosa no fue como en los últimos años, que llegó al grado de convertirse en un espectáculo deplorable, incivilizado y detestable por las actitudes francamente majaderas y mentecatas de los legisladores de las diferentes fuerzas políticas.

Por cierto esos espectáculos vergonzosos fueron inaugurados por los entonces senador y diputado, Porfirio Muñoz Ledo y Vicente Fox Quesada, respectivamente, sin llegar a los extremos últimos. El senador trató de interpelar al presidente Miguel de la Madrid Hurtado, y el diputado se puso orejas de burro y le dio la espalda al presidente Carlos Salinas de Gortari.

El buen comportamiento de esta ocasión, se debió a una serie de cabildeos entre los líderes de las diferentes bancadas partidistas representadas en el Congreso y como resultado un pacto de honor, cuya parte fundamental correspondió a los legisladores del Partido de la Revolución Democrática, quienes siempre han considerado a Calderón Hinojosa como ilegítimo. El huésped de Los Pinos se concretaría a entregar su informe debajo de la Tribuna y los del sol azteca no estarían presentes en dicho acto.

Pacto que fue violentado, según algunos, por órdenes de la Casa Presidencial de los Pinos y otros, por la Televisión Privada, al sacar del aire de la cadena nacional de radio y televisión el siguiente mensaje de la autoridad máxima en esos momentos del Congreso, la presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Ruth Zavaleta Delgado, de extracción perredista.

En síntesis: “Les comunicó que procederé a retirarme de esta tribuna: No puedo aceptar recibir un documento de quien proviene de un proceso electoral legalmente concluido, pero cuestionado en su legitimidad por millones de mexicanos”.

El gobierno trato de lavarse las manos al transmitir diferido por la noche el mensaje de la presidenta Ruth Zavaleta. El daño estaba hecho, como hecho está, que se acabó para siempre “El día del señor presidente”.

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